Castillo de Santorcaz, foto de Pedro Ma Vargas Arévalo
Fernando Rodriguez de Covarrubias, Arzobispo de Toledo de 1276 a 1280, dirige desde Torrelaguna el 19 de diciembre de 1277, tiempos de Alfonso X "El Sabio", la CARTA DE FUEROS que da a sus vasallos de Santorcaz (el nombre del pueblo deriva de San Torcat, en honor de Torcuato de Acci, el primero de los siete varones apostólicos enviados por Roma, en el siglo I, para evangelizar a España).
En el Castillo de Santorcaz sufrió cárcel durante siete años el torrelagunense Cardenal Cisneros:
Extracto del libro CISNEROS. UN CARDENAL ENTRE DIOS Y EL REY. Carlos Navarro y Rodrigo. Guadarramistas Editorial "...una gracia obtuvo al retirarse de Roma, que fue origen para él de hondas amarguras y grandes persecuciones. Le otorgó el papa un breve, en virtud del cual debía dársele posesión del primer beneficio que vacase en la diócesis de Toledo. El uso de estos tiempos, dice Flechier, había introducido esta suerte de provisiones, llamadas bulas o gracias expectativas; pero contra ellas protestaban los obispos porque las suponían, y no sin razón, una mutilación de sus derechos y un ataque a su autoridad. Así es que cuando Cisneros quiso ocupar, apoyado en el breve pontificio, el arciprestazgo de Uceda, vacante en 1473 por muerte del que lo poseía, se encontró con que D. Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo, había provisto dicho beneficio en uno de sus limosneros, y al tener noticia este prelado de la resistencia que opuso Cisneros a ser desposeído, resolvió usar con él de gran severidad, mandándole prender y haciéndole encerrar en la torre del mismo Uceda, esperando conseguir por este medio que renunciara a su beneficio. No se dobló Cisneros con la persecución, antes, por el contrario, manifestó aquella entereza de carácter que tanto crédito le había de dar más tarde como ministro y como prelado, puesta al servicio de causas más justas y desinteresadas, por lo cual aumentó la saña de Carrillo, que le hizo trasladar a más dura prisión, a la torre de Santorcaz, que entonces era la cárcel de los clérigos viciosos y rebeldes de la diócesis.
Durante los siete años que sufrió de cautiverio, Cisneros estuvo completamente entregado a la oración y al estudio, logrando su libertad, bien porque el arzobispo se rindiera a tanta firmeza, o se cansara de perseguirle, bien porque cediese a los ruegos de su sobrina la condesa de Buendía. No quiso, sin embargo, Cisneros seguir bajo la jurisdicción de un prelado que tan severo y hasta cruel se le había manifestado, por lo cual permutó su beneficio con la capellanía mayor de la iglesia catedral de Sigüenza, a cuya cabeza estaba entonces el justamente célebre cardenal Mendoza."
En este castillo también fueron encarcelados otros personajes ilustres como la Princesa de Éboli y Charles Watteville de Joux, embajador de España ante Inglaterra en tiempos de Felipe IV, por un incidente en Londres con la delegación francesa en la que hubo varios muertos y heridos saliendo victoriosa la parte española y por lo que el rey francés Luis XIV expulsó al embajador español en París y amenazó de guerra a España si no se depuraban responsabilidades. Charles tuvo que volver a España y fue encarcelado durante cuatro años en Santorcaz, de él dijo el primer ministro inglés Lord Clarendon:
"Wateville era un hombre rudo, que parecía del campo, pero que realmente conocía las intrigas de la corte mejor que la mayoría de los españoles, y, excepto cuando su pasión lo sorprendió, fue cauteloso y astuto en sus negociaciones".